Amor de verano _Lucia Malpica
Alberto regresaba de sus vacaciones de verano, las había pasado en un pueblecito de montaña blanco y luminoso, con calles empinadas y estrechas, allí vivía su abuela Lucía, hacía cuatro años que no había venido.
Sus padres con su trabajo respectivos no coincidían en las fechas, y las vacaciones de el y sus hermanos Sara y Raúl las pasaban con la familia, recordaba cuando su madre Carmen les dijo un día, este año os repartiréis los dos meses de vacaciones ya sois mayores, voy a poner tres papeles con vuestros nombres el número uno las pasará con la abuela Lucía, el dos con los abuelos Andrés y Juan, y el tres, con la tía Pilar, la hermana se papá, ella esta soltera no tiene hijos y sabrá cuidar del que le toque.
Así lo hizo, a Alberto le tocó su abuela Lucía.
Alberto estaba encantado, su abuela era una mujer cariñosa y moderna para su edad, sus vacaciones serían buenas.
Ahora ya habían pasado y con nostalgia recordaba a Isabel, sus días de piscina por las mañanas, tardes de parchís con su abuela, y sus paseo a su lugar preferido del pueblo
¡ El mirador! Siempre le había gustado ese lugar arisco y solitario, pues la gente del pueblo no apreciaba su belleza a él le gustaba su silencio su luz maravillosa y sus atardecer rojo cuando el sol se escondía por el horizonte.
A mediados de Agosto conoció a Isabel.
Estaba acercándose al banco del mirador cuando vio a una joven allí sentada
..... Hola
..... Hola Alberto
....¿Me conoces?
....¡ Claro, y tú a mí también!
.... No te recuerdo
.... Soy Isabel la hija del Alcalde y de la panadera Pepa
... ¡Ya ahora si, pero has cambiado tanto
... Y tú también, pero como te he visto con tú abuela comprando el pan,
... ¿Te gusta el mirador?
... Si suelo venir varias tardes, este año menos, suspendí mates, tengo que estudiar, pero ya se termina el verano estoy preparada para el examen quería hablar contigo antes de que te vayas.
Alberto miraba a aquella joven que poco se parecía a la joven de cuatro años atrás, rubia con sus ojos claros y limpios, de finos labios, piel morena y un cuerpo entre mujer y niña ¡le gustaba!
Pocos días quedan para que me vaya pero si quieres nos vemos aquí cada día
... Vale, si puedo vendré
El sol ya se había escondido tras las montañas dejando su halo rojizo caminaron hasta el pueblo allí delante de una solitaria farola se despidieron.
Todas las tardes Alberto e Isabel se encontraban en el mirador allí fue su primer beso.
Allí su primer te quiero. Allí su dolorosa despedida.
Ahora ya montado en el autobús camino de la capital madrileña Alberto soñaba con volver el verano siguiente. El sabía que Isabel le estaría esperando junto al mirador, soñando juntos, cogidos de la mano mirando el sol esconderse trás las montañas, llenándolas con su luz rojiza y ardiente, como estaba su corazón joven y enamorado
Sus padres con su trabajo respectivos no coincidían en las fechas, y las vacaciones de el y sus hermanos Sara y Raúl las pasaban con la familia, recordaba cuando su madre Carmen les dijo un día, este año os repartiréis los dos meses de vacaciones ya sois mayores, voy a poner tres papeles con vuestros nombres el número uno las pasará con la abuela Lucía, el dos con los abuelos Andrés y Juan, y el tres, con la tía Pilar, la hermana se papá, ella esta soltera no tiene hijos y sabrá cuidar del que le toque.
Así lo hizo, a Alberto le tocó su abuela Lucía.
Alberto estaba encantado, su abuela era una mujer cariñosa y moderna para su edad, sus vacaciones serían buenas.
Ahora ya habían pasado y con nostalgia recordaba a Isabel, sus días de piscina por las mañanas, tardes de parchís con su abuela, y sus paseo a su lugar preferido del pueblo
¡ El mirador! Siempre le había gustado ese lugar arisco y solitario, pues la gente del pueblo no apreciaba su belleza a él le gustaba su silencio su luz maravillosa y sus atardecer rojo cuando el sol se escondía por el horizonte.
A mediados de Agosto conoció a Isabel.
Estaba acercándose al banco del mirador cuando vio a una joven allí sentada
..... Hola
..... Hola Alberto
....¿Me conoces?
....¡ Claro, y tú a mí también!
.... No te recuerdo
.... Soy Isabel la hija del Alcalde y de la panadera Pepa
... ¡Ya ahora si, pero has cambiado tanto
... Y tú también, pero como te he visto con tú abuela comprando el pan,
... ¿Te gusta el mirador?
... Si suelo venir varias tardes, este año menos, suspendí mates, tengo que estudiar, pero ya se termina el verano estoy preparada para el examen quería hablar contigo antes de que te vayas.
Alberto miraba a aquella joven que poco se parecía a la joven de cuatro años atrás, rubia con sus ojos claros y limpios, de finos labios, piel morena y un cuerpo entre mujer y niña ¡le gustaba!
Pocos días quedan para que me vaya pero si quieres nos vemos aquí cada día
... Vale, si puedo vendré
El sol ya se había escondido tras las montañas dejando su halo rojizo caminaron hasta el pueblo allí delante de una solitaria farola se despidieron.
Todas las tardes Alberto e Isabel se encontraban en el mirador allí fue su primer beso.
Allí su primer te quiero. Allí su dolorosa despedida.
Ahora ya montado en el autobús camino de la capital madrileña Alberto soñaba con volver el verano siguiente. El sabía que Isabel le estaría esperando junto al mirador, soñando juntos, cogidos de la mano mirando el sol esconderse trás las montañas, llenándolas con su luz rojiza y ardiente, como estaba su corazón joven y enamorado


Lucías, últimamente tus escritos son muy románticos. Parece que el amor está en el aire. Realmente bonitos. Gracias por contarnos estas historias.
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